Camino por la ancha Avenida 1, arrastrando la arena mojada, rumbo a la casita. Por la mañana llovió otra vez y en algunos tramos se complica el acceso. Pero me encanta la soledad de este lugar, el olor a pino, el sonido del mar.
Escucho detrás de mí un galope que se va acercando. Es una zona de muchos caballos, están por todas partes, eso también me encanta.
En pocos segundo, ginete y caballo pasan por mi lado. El hombre dice buenos días, respondo tarde porque me tomó de sorpresa, pero sé que me escuchó. Es la falta de costumbre, los días del silencio.
El hombre, de unos sesenta años y buen porte, está vestido con el atuendo típico de los gauchos: bombacha de campo con faja, alpargatas, camisa con una especie de corbatín o pañuelo que no alcanzo a distinguir, y una boina clásica. No lleva poncho, hace calor.
Enseguida me saca la delantera, sigo su trayectoria con la mirada. Entra y sale de los amplios patios de las casas, como custodiando.
Los terrenos son enormes y con mucha vegetación: pasto, yuyos, árboles, abrojos, por todas partes. El hombre sale nuevamente a la calle y avanza hasta donde la avenida se corta. Dobla y lo pierdo de vista, pero todavía escucho los cascos de su caballo, resonando en la distancia.
1 comentario:
Y no te raptó?
Se está perdiendo el romanticismo...
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