Nina se muere todas las mañanas, mientras tomo el café. Por supuesto
que esas muertes las provoco yo. Son muertes imaginarias, bosquejadas en word. Nina es mi vecina, Nina me odia y yo odio a Nina. Pero hoy, la desgracia ocurrió. Hoy la muerte de Nina se me fue de las manos, y Nina murió
por última vez.
La última
muerte de Nina.
Desde mi patio puedo ver su terraza: el tendedero grande, cuadrado,
girando con el viento, lleno de ropa y sábanas blancas, leves, ondeantes,
terminando de secarse.
Ensimismado como estaba, admirando el espectáculo, tardé un poco en
darme cuenta de que estaba empezando a llover. Me sobresalté cuando una gota cayó en mi cara y maldije en
voz alta. No sé por qué, pero en ese momento se me ocurrió gritar: ¡La ropa,
Nina! ¡Está lloviendo, se te moja toda la ropa! Enseguida se oyó, al otro lado
de la medianera, el ruido de la puerta mosquitero al golpearse y los gritos de
Nina mientras subía, veloz, decidida a
rescatarlas, a pesar del manto de agua que ya se espesaba.
Yo, desde mi posición, podía ver todo lo que pasaba, sonriente,
tranquilo, feliz. Feliz de haber superado el rencor, satisfecho de haber obrado
bien. La certeza la tuve cuando ella, mientras subía, me dedicó una mirada
agradecida. Tal vez allí, y con ese simple acto, se acabaran de una vez por
todas, los venenos y odios acumulados durante años.
Pero Nina no llegó a la cima: uno de sus tobillos se torció y sin poder
agarrarse de nada empezó a rodar escaleras abajo. La lluvia caía más fuerte,
mojando a Nina, que, mientras caía y se desnucaba, miraba como la ropa colgada,
también se mojaba.
Yo, desde el otro lado de la medianera, ya no podía hacer nada.
Silvio Mathar - De su libro inédito Las muertes de Nina - Otro de Silvio: clic acá.
5 comentarios:
Muy bueno
Visto lo visto casi es mejor que el prota del cuento te odie.
Si te hace un favor....
Pd: Los puntos suspensivos están puestos en tu honor.
Y justo cuando no la odiaba.
Ya no la podrá seguir matando en ficción.
Está bien escrito.
Un abrazo
Demi: efectivamente, parece que se le terminó la diversión.
Un abrazo.
¡OH!
¡Uy! Mejor no tenerlo de vecino, Silvia.
Besos.
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