Hoy nos vemos. Programamos el encuentro por WhatsApp días atrás. Te paso a buscar por tu casa, como habíamos quedado. Hace mucho que no estamos juntos. Demasiado. Cuando nos encontramos, algo se tensa. Me abrazas fuerte con esa calidez que te pertenece.
Un hombre llega e interrumpe justo cuando estás por besarme. Tiene una mochila enorme, pienso que es hippie, que está de viaje. Se acerca a mí y me dice que te deje, que hace mucho que no te ve.
Vos no decís nada. Me quedo perpleja. Quiero decirle que no, que yo también hace mucho que no te veo, pero no me salen las palabras. Espero que le digas algo, pero no abrís la boca. Me desconcierta tu actitud.
Te agarra del brazo, te arrastra hacia la calle, te habla. Vos me mirás de reojo, tus ojos dicen que no podés hacer nada.
Intento retenerte con la mirada. El hombre te lleva y te habla, vos le respondés, se ríen. Él me mira con sorna. Con cara de triunfo te aleja de mí. Ustedes caminan juntos, pegados, se mezclan entre la gente, y yo voy un poco más atrás.
En el camino, me cruzo con una mujer, me saluda, voy charlando con ella, siempre mirando hacia donde están ustedes. Vos también me mirás, pero te dejás arrastrar. Yo voy perdiendo la esperanza de tenerte. Vos seguís sin hacer nada.
Sigo caminando, pero ahora el espacio entre nosotros se agranda todavía más. Ustedes van adelante, como si fueran un solo cuerpo. Yo quedo atrás, observando, atrapada en un limbo donde no soy parte de nada.
Cada paso que doy es un paso en falso. Quiero correr, pero la espesura de la distancia no me permite avanzar.
El ruido de la calle llena mis oídos. Las voces de la gente se mezclan en un murmullo lejano, como si no tuvieran importancia. Solo importa la imagen de ustedes dos, recortados en la multitud, cada vez más lejanos.
Mi mente intenta aferrarse a recuerdos, a momentos en los que todo era distinto, cuando tus manos me tocaban como si el tiempo no existiera. Pero esos recuerdos se desvanecen, flotan en el aire, imposibles de alcanzar.
Te miro de nuevo, con desesperación. Tus ojos no me ven, no me buscan. Solo ves al hombre que te acompaña, esa figura que ahora se interpuso entre nosotros de una manera definitiva.
La gente sigue caminando a mi alrededor. Algunos me empujan, otros ni me notan. Soy una espectadora de algo que no puedo tocar. Quiero llamarte.
De repente, el hombre se detiene y te habla al oído, te reís, esa risa que nunca me perteneció. Me doy cuenta de que ya no soy parte de tu vida, que esa conexión que alguna vez existió se fue deshilachando.
Y yo me quedo atrás. Sin tiempo ni espacio para nosotros.