sábado, 14 de noviembre de 2020

Talcahuano desde el balcón

Pasa una mujer embarazada con una botella de cerveza en la mano.

Se para de frente al cartel que muestra a otra mujer con el puño en alto y proclamando: ¡Aborto legal, ya!

La mujer embarazada repite en voz alta: Aborto legal, ya.

Sigue caminando y dice: Estoy tan cansada...

Levanta la botella de cerveza y grita: ¡Te voy a comprar esta mierda... ya!


Cerrado por derribo

A veces los finales caen todos juntos como bombas.
Pensaba el domingo de la semana pasada (8/11) en todas las cosas que se terminan con este (casi) final de 2020 malherido:
La revista que viene resistiendo desde hace años (que amo con locura y con pasión).
Este querido lugar en donde trabajo (trabajaba) desde hace cinco (¿o seis?) años.
Y con este lugar, el final de la Petite Librairie (esta pequeña librería, puertas adentro, que inventamos).
Y pedía por favor (por favor) que no se termine nada más.
Y se me vino a la mente esa canción de Sabina que dice: cuando al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos. 
Y se me ocurrió buscar la letra, y hablaba de amor. 
Y rogué que no... que no se termine el amor.
Y me fui a dormir diciendo te quiero (y sintiendo te amo).

Y me desperté (el lunes de madrugada, con un cachetazo más de realidad) llorando.

Y se me vino a la mente otra vez la canción de Sabina:

Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo.
Para decir "condios" a los dos nos sobran
los motivos.

Pero no quiero, no.



jueves, 29 de octubre de 2020

Ojalá tenga tiempo de escribir la palabra girasol.

Ojalá tenga tiempo de tener cuatro años

y de subirme a la medianera.

De preguntarle a mi abuelo cómo se llama esa flor

que mi abuelo me responda: girasol.

Ojalá tenga tiempo para aprender a escribir la palabra girasol.

De mirar de nuevo la cara curtida de mi abuelo.

Ojalá tenga tiempo

de preguntarle a mi abuelo cómo se llama eso que camina

que mi abuelo me responda: lagartija.

Ojalá tenga tiempo para aprender a escribir la palabra lagartija.

De mirar de nuevo la cara de la flor girando al sol.

De mirar de nuevo cómo se esconde eso que camina.

Ojalá tenga tiempo de mostrarle a mi abuelo 

que aprendí a escribir las palabras lagartija y girasol.


Muchos años después le pregunté a mi padre

por qué el abuelo nunca supo que había aprendido a escribir esas palabras.

Mi padre antes de irse contestó: en nuestra familia somos de morirnos jóvenes.

Y me abrazó.



miércoles, 15 de julio de 2020

Las canillas y la helada

Se congelan las canillas, allá por el sur ventoso.
Me intereso en el tema y me entero de que "hay un cable que es resistivo"
que calienta el caño.
Pero que nadie lo tiene.
Que algunos envuelven las canillas con poliuretano o telgopor.
O con lana de vidrio.
Y el que puede hace una cabina con puerta.
Me dicen que se congelan los tanques de agua que están en los mangrullos.
Y yo pregunto cómo es lo del mangrullo y el tanque de agua.
No me contestan.
Me entero de que cada año algunas canillas de afuera se parten.
"Todos los años se congela y se raja", dice mi hermano.
Que los bomberos dejan abiertas las bocas,
un poquito,
para que circule,
en los lugares más fríos, como en el cerro.
Y yo me imagino a los bomberos con las bocas abiertas,
dejando gotear el agua,
para que no se congele,
o para apagar un incendio.
O encenderlo.
Me cuenta mi amigo el poeta,
que allá, más al sur, donde el frío llega a diecisiete grados bajo cero,
adonde el viento no permite la huida,
las canillas se congelan.
Que está "saliendo cada dos horas a deshielar la canilla".
Y de ahí que yo me pongo a averiguar.

Acá, en Buenos Aires, las canillas no se congelan.
Simplemente se quedan sin agua, a veces.



viernes, 10 de julio de 2020

La casa de al lado

Sos un hijo de puta, vos me metiste en esta casa de mierda. 
Le grita mi vecina al marido. 
En esta casa de mierda... repito.
Y escucho los gritos, las puertas que se golpean, las cacerolas contra la pared.
¡Esta casa de mierda! grita.
El nene llora y escucho ¡Basta mamá! 
¡Vos también me rompés las pelotas, pendejo! ¡Los dos me rompen las pelotas!
¡Y esta casa de mierda!

Y quiero correr a decirle que deje de gritar que es una casa de mierda. Que ya la escuché, que ya la escuchamos todos. Que deje de gritar y escuche al hijo que ya la escuchó también.

Y quiero decirle que si ella no hubiese hecho cortar la planta de jazmines apenas llegó a la casa,
o talado desde la base el Árbol del amor y la Lila de las indias que había plantado mi vieja, y cuidábamos con tanto cariño, esa no sería una casa de mierda. 

Que si ella hubiese dejado la mesa de madera rústica, en la que tomábamos mate 
con mi hermano y mi cuñada antes de que se mudaran, en vez de cambiarla por esa 
mesa súper moderna de plástico forrada en tela, esa no sería una casa de mierda.

Que si hiciesen un guiso de vez en cuando, o unas milanesas con puré o papas fritas, 
o un bizcochuelo, y un mate espumoso con limón y miel, y no gritara tanto; 
la casa se llenaría de sonidos, olores y sabores que abrazan y esa no sería una casa de mierda.

Que en esa y en esta casa (que antes eran una) me crié con mis hermanos, y que tuvimos padres que la hicieron, que no es una casa de mierda. Que ahí y acá crecimos, que nos volvimos adultos de un cachetazo, y que tuvimos hijos que gatearon por ese y este piso; y perros y gatos. 

Y que el fondo se llenaba de pájaros: calandrias, jilgueros, torcazas, gorriones. Que el mío se sigue llenando de pájaros, y que el de ella no. Y que ojalá no la hubiésemos tenido que partir al medio, ni vendérsela a alguien que no la merece. Y que le quede claro que la casa no es una casa de mierda. 

Y que cuando éramos chicos sabíamos: Quién lo dice lo es.


viernes, 3 de julio de 2020

Esta noche me voy a aguantar de decirte que te extraño.
Que extraño las escaleras, el ascensor y los besos.

Que extraño Talcahuano, esperarte, verte llegar.
Los mensajes previos, el vino, la urgencia de tus manos.


"Ardo sin preguntar
igual que lo hace el fuego,
tal vez halle cantando
el sosiego..."

martes, 30 de junio de 2020


Denise Levertov: Poema de amor

Tal vez yo sea ‘la parte enferma
De una cosa enferma’
Tal vez algo
Me ha atrapado
Ciertamente hay una
Bruma entre nosotros
Yo apenas puedo
Verte
Pero tus manos
Son dos animales que empujan la
Bruma a un costado y me tocan.

¿De qué manera se relaciona el título con los cuentos? Es una de las preguntas que le hice a Cecilia Ferreiroa, autora del libro de cuentos La parte enferma, en una entrevista para El Café Diario, y ella dijo: 
"Es parte de un verso de un poema de Denise Levertov, una poeta inglesa que me gusta mucho. El verso completo es: ‘tal vez yo sea la parte enferma de una cosa enferma’. Me pareció que tenía mucho que ver con el universo de los cuentos del libro..."
La curiosidad infinita me llevó a buscar el poema y es tan hermoso que me lo traje para estos lares. 

Gracias a mi amiga Dana que me acercó a Cecilia.
Dejo la entrevista que le hice a Cecilia por si alguien quiere leer. 



Foto: Marie Cirer

domingo, 21 de junio de 2020

Pociones mágicas

Mate con limón. Té de jengibre.
Vino tibio con canela, nuez moscada, clavo de olor y miel.

🍁

¡En tu cara, invierno!

lunes, 15 de junio de 2020

Dudas existenciales

Hijo adolescente a una amiga:

-Explicame cómo fue el momento exacto
en que decidiste ir a la 'Fiesta del cajón
peruano en Argentina'.

Hijo adolescente a hermano mayor:

-¿Qué opinás de la gente que
basa su sexualidad en tanques de guerra?

*Conversaciones antes de la pandemia.

lunes, 4 de mayo de 2020

Poemas en revista Burak














REVOLUCIÓN DE MAYO

Primero el pulso

la urgencia

la puerta cerrada.

El arrebato como un juego de niños.

Después tus ojos y tu boca

me enseñaron los cielos de Tilcara.

Sobrevolaron pájaros la sala.

Rondó la muerte,

y el miedo

se mezcló con la mañana

y los besos con gusto a té.

 

DECLARANDO AL VIENTO

Soy la viga que sostiene

las paredes de hojas secas

de esta casa

y que se clava en el suelo

de agua helada.

La ventana que se abre

perezosa a la mañana.

Las gotas de lluvia.

El viento que arrasa.

El latido que se mece

impaciente en tus palabras.

 

CIELO Y TIERRA

Mientras vos surcás el cielo

yo hago surcos en la tierra

arremolinando hojas

que se elevan

para que no te caigas.

No te caigas.

Mientras yo surco la tierra

vos adelantás mis pasos

sacando piedras

allanando el camino

para que no me caiga.

No me caiga.

 

SIESTA

Hago un collage

con los trocitos de sol que invaden la ventana,

el aire espeso, las partículas de nada.

 

Mirtha Care - Buenos Aires, 1970. Bloguera, cazapalabras y mateadicta. Productora y columnista de revista Qu. Periodista en El Café Diario y otros medios digitales.

Integrante de 𝙖𝙜𝙪𝙖 𝙖𝙧𝙙𝙞𝙚𝙣𝙩𝙚, estudio de corrección y edición de textos.

#YoMeQuedoEnCasaLeyendo


Fuente original: Click acá 4/5/2020

sábado, 28 de marzo de 2020

Ejercicio

Samanta anda descalza por el espacio. Decide pasar de pisar estrellas. Se esconde adentro del sol.
Encuentra escafandras abandonadas. Puede decir el abecedario entero sin parpadear. Si se duerme parada puede pisar duendes, entonces, se pone alerta: despeja de piedras el sendero, pone en su sitio algunos aerolitos. Después de acomodar el área, Samanta puede descansar.


Encontré un cuaderno de ejercicios que hace un tiempo me regaló una amiga y que nunca había usado. Será por el encierro que se me dio por agarrarlo y me divertí bastante. Comparto por si alguien quiere:
Consigna: Escribir un texto de 56 palabras. Que empiecen sólo con las letras: A E P D S. Sin necesidad de respetar el orden ni de usarlas todas. 

Me salió un texto bastante naif. Para variar...

domingo, 22 de marzo de 2020

¿Escribiste hoy?

Su pregunta me deja perpleja. Me la hace cada día desde que estamos en cuarentena.

Ma, ¿escribiste hoy?

Tal vez él sepa algo que yo no sé.

lunes, 3 de febrero de 2020

La palabra


La palabra debería tener
la habilidad de explotar.
Sacar lo que encierra.

Lo que uno sintió
antes de expulsarla como un todo
y que no llegue hasta el otro como nada.

Deberíamos tener la habilidad
de sentir la palabra
que nos es obsequiada.

jueves, 23 de enero de 2020

Recuerdos que trae la noche

"¿Cuándo va a salir ese bebé de su lagunita?"
                           
                                   J (6), octubre 2002

Eso es poesía.
Y su carita de ansiedad.




                                 

lunes, 20 de enero de 2020

Hoy armé la pileta.
Y le pregunté al Universo si podía
cortarla con la obviedad de que mañana llueva.
Le expliqué que era muy cliché.
Me respondió con un cielo cargado de nubes.

miércoles, 15 de enero de 2020

No hay excusas cuando sobran las ganas

Siete de la mañana. Lluvia, mate y leer.
No tengo ganas de ir a trabajar, doy vueltas, busco excusas. Pero en mi casa si un día no se trabaja, no se come.
Me cuelgo escuchando la lluvia, mirando al gato dormir arriba de mi cuaderno, me hago otra tostada.
Se hicieron las ocho. Suena una alarma en la pieza del niño adolescente joven de diecisiete. Que está de vacaciones...
Llueve, le digo. Se levanta igual y se cambia. Me espera Flor para desayunar, dice. Y tiene todavía los ojos inflados por lo poco que durmió.

Definitivamente: no hay excusas cuando sobran las ganas.







martes, 14 de enero de 2020

El cansancio de oscilar

Oscilar
entre un punto y otro.
El de creer que se sabe
y no saber.

Oscilar
entre lo dicho
y lo oculto.

Oscilar
entre lo que debo
y lo que puedo.

Oscilar
entre lo que quiero
y no debo.

¿Y por qué no?

Oscilar
por no saber.

El misterio
induce al cansancio.

Y duele.

domingo, 12 de enero de 2020

Otra vez el insomnio

Me inquieta la noche
y este viento
que ruge como el mar.

Sé que me repito,
pero el insomnio
no es más que eso.

Y ésta es mi guarida.

domingo, 5 de enero de 2020

Doblete de domingo


Abandonar

No eran niños, así que no eran dignos de la palabra orfandad.
Pero cargaban en los ojos la vergüenza del huérfano reciente.
Y no sabían qué hacer con la casa, con sus espacios deshabitados.
Con las ausencias que se amontonaban tapiando puertas y ventanas.

Caminaban tropezando con el peso de sus propios cuerpos
y los malditos deja vu.

Hasta que llegaron los de afuera
y en esa soledad sin nombre se dejaron adoptar.
Y fueron cortando la casa en pedacitos.
Primero de arriba abajo. Después en horizontal.
Y sin su eje ya, empezó a desarmarse como un dadito de azúcar.

                                                   ***

Ahora vivo con mis hijos, en esta casa de huérfanos sin título
en este cuadradito que queda (al que me aferro ridículamente).
Y que no es más que un montoncito de
                                           restos sin definir.




Como te digo una cosa te digo la otra

En el fondo de mi casa se esconde todo el sol de enero.
Y en mis árboles los pájaros hacen nido.
El pasto crece desmesurado y jugamos a que no tenemos pies.
Ni gatos.
Sabemos que están ahí porque el pasto se mueve cuando corren.
A veces se asoma una cola blanca. Otras, una negra. A veces se asoma la perra.
Pobre, ¡nos habíamos olvidado de ella!
El fondo de mi casa es el lugar más feliz del mundo.
Hay sonidos y colores. Y, aunque sea un cuadradito chiquito
rodeado de paredes muy altas,
corre un viento infinito que me arremolina los pájaros y me hace reír.