Mis momentos
de lectura son un caos de títulos, géneros y autores. Pero cada tanto hay un
autor —su obra— que me pega un sacudón y necesito buscar más. Esto es lo que me
pasó con el argentino Isidoro Blaisten.
Primero me
encontré con su poesía, justo cuando la poesía me estaba faltando. El único
libro suyo de este género se llama Sucedió
en la lluvia; imposible no ceder ante ese nombre, con la lluvia como eje,
como metáfora. Animarse a entrar al libro es animarse a dar un paso al vacío.
Cada verso es una estocada, cada estrofa abre una herida. Pero no todo es
trágico, no todo es terrible; es también la belleza la que arrasa, son los
sonidos, la música en las palabras. Me cebo un mate, caliente y espumoso, y
releo una estrofa del poema que más me gustó “Recuerdo la casa de frío”:
«Daría la
mitad de mi vida
por oír su corazón bajo la lluvia.
De eso se
trata.
Es nada más que eso en la casa de frío.
Cosas de
amor, de párpados
de inolvidables lluvias.»
Me quedo un
ratito en esa sensación, necesito una pausa, un nuevo mate, para recuperar el
aliento.
Pienso
(siento) y entiendo por qué Blaisten se terminó alejando de la poesía. En Anticonferencias (narrativa y ensayo),
lo explica así: «A mí me da mucho miedo la poesía, porque tomada en serio, como
manera de vivir, es un estado peligroso y latente que conduce a la locura».
Allí también dice que el cuento es el género que le sigue en exigencia a la
poesía: «Es un género de maniáticos y de relojeros…». Con eso me convence, y
sin más poemas que leer, sigo con Cerrado
por melancolía, uno de sus libros de cuentos.
Este título
(tan) genial alude al cartelito que él ponía en la puerta de su librería cuando
salía a tomar un café o salía porque simplemente no pasaba nada, nadie entraba
a comprar. A mí me encantó “El total”, un cuento que para algunos es largo y
aburrido. Otro que disfruté (entre risas y suspiros) es “Última empresa”, en el
que los protagonistas venden días festivos, ponen una oficina de cartas no
enviadas, una empresa de rescate de flores secas guardadas en libros olvidados…
Lo amé.
El mate ya
está lavado y la única novela que escribió Blaisten me reclama desde la mesa de
luz: Voces en la noche. Una historia
cargada de humor, donde un vendedor de camisones tiene una revelación: debe ser
él quien salve a la literatura de un desconocido que quiere arruinarla. Y para
lograr su objetivo debe convertirse en asesino. ¡Es todo tan absurdo y
divertido! Es este tipo de literatura la que me hace pensar que los libros son
parecidos a la música, en cómo influyen en el estado de ánimo, en cómo hay un
libro (y una canción) para cada momento, cada ocasión.
Eso es justo
lo que necesito ahora. Así que me voy, con el mate reiniciado, con la yerba
coronada de espuma, y me robo de la novela una reflexión:
«La venta y
la salvación de la literatura tienen mucho de apostolado. Y así como vender le
exigía sacrificios, la salvación de la literatura le exigía matar.
»Ahora bien.
Matar y vender al mismo tiempo no se puede; mejor dicho, se puede, sí, pero no
se debe.»
Comparto esta lectura que escribí para la columna "Opinología Barata", publicada en Qu 21, noviembre 2017.-
Y me quedé corta con Blaisten, pero es lo que tiene el papel.
Y me quedé corta con Blaisten, pero es lo que tiene el papel.