viernes, 6 de octubre de 2017

Metió las manos en los bolsillos para protegerse un poco del frío y salió a la calle.
Aunque pasaba del mediodía estaba muy oscuro. Los nubarrones negros ocultaban el cielo, y la llovizna helada hacía todo más pesado. Caminó sin parar. No levantó la cabeza cuando cruzó la avenida y los bocinazos hicieron que se despabilara. Avanzó directo hacia la plaza, se sentó en el banco más oculto y lejano y encendió un cigarrillo. Pensó en quedarse ahí a fumar toda la tarde hasta congelarse, pero necesitaba un trago.
Comenzó a sentir la ciclotimia del invierno que con un breve momento de sol te abraza y al instante te sume en la más profunda y fría oscuridad.
Sabía que algo no estaba bien. Se lo decía su conciencia y su sentido común, se lo decían las miradas, las normas de convivencia y las leyes...
Pero lo hecho… hecho está. Nunca hubiera pensado que podría hacerle daño, la suma de sentimientos encontrados le agarrotaban el corazón: la impotencia, el miedo, el dolor... y detrás de todo eso el deseo incontrolable y la necesidad de hacerlo.


7 comentarios:

Eme dijo...

Un texto viejísimo, rescatado, de esas épocas en que intentaba escribir algo.

guille dijo...

Pues rescata mas, que este es muy bueno.

Eme dijo...

Pues veremos, si no me dan mucha vergüenza... jaja, gracias, Guille. Besos!

Dana dijo...

Muy bueno!! Tal cual rescatá más!
Vergüenza es robar, decía mi abuela.
Besote.

guille dijo...

Toca ser desvergonzada.

f dijo...

mundo y alma en sintonía...

Eme dijo...

Bueno, cualquier cosa si alguien se queja les echaré la culpa a Dana y Guille.

F: tenés razón, no lo había pensado.