Dejaron de venir las visitas, de
Silvia Sánchez narra la historia de una familia a fines de los noventa,
en un pueblo de la Patagonia. Un ambiente cargado de mandatos
milenarios que se van pasando de generación en generación: es el hombre
el que tiene derecho a trabajar y hay que esperarlo con la comida
caliente, los niños en silencio y la cama siempre dispuesta.
El relato transcurre entre anécdotas de
otros tiempos, de callecitas perdidas, dolores profundos y lluvias que
lavan el aire. La lectura se inunda de aroma a jaramillas húmedas, y lo
huelo aunque no sepa qué son las jaramillas, porque la autora tiene esa
capacidad de poner en palabras fragancias, fríos y humedades. Sobre todo
humedades.
Silvia Sánchez elige al personaje de
Valeria para mostrarnos de forma provocativa, los abismos que se abren
entre civilización y barbarie en su pequeño seno familiar.
Valeria, como muchas otras mujeres, sufre
el maltrato del hombre al que hay que atender y se revela, se vuelve
una Valeria animal, agazapada y protectora, a punto de saltar. Pero los
gritos y los golpes del hombre no cesan, las paredes y los vidrios se
estremecen, los platos vuelan, la lucha se transforma en un baile
infernal. Los niños buscan refugio en sus camas tapándose hasta la
cabeza, pero también aprenden a mandar: cómo, cuándo y a quién.
Eme.
Valeria enfrenta las miradas recelosas de
sus vecinos, el dedo que apunta acusador. Y enfrenta algo peor: el
miedo que le da dejar al “malo conocido” para salir a un mundo en el
que, quizás, haya bueno por conocer, y prefiere seguir librando
su guerra íntima antes que descubrir lo que hay más allá de la puerta,
en un mundo que se le antoja demasiado grande y aterrador.
Hasta que encuentra al silencio como
forma de defensa, un silencio que hace al hombre perder espacio, un
silencio que cansa al hombre que al final se da por vencido. Pero
también un silencio cómplice que se va convirtiendo en su enemigo, que
la va enajenando. Y el delgado hilo que la sujeta a la realidad empieza a
hacerse cada vez más y más fino, y de a poco, Valeria se va perdiendo
en alguna parte entre afuera y adentro, entre vivos y muertos.
Dejaron de venir las visitas es una novela para reflexionar, para no mirar al costado, para no callar.
Y me quedo con Valeria en el corazón después de terminar de leer:
“Valeria, con el mandato de hacer silencio por el resto de la vida para estar a tono con la soledad del sur.”
Eme.
7 comentarios:
dan ganas de leerlo....
La violencia asusta... Hasta leída... 😒
F: Es un libro hermoso en cuanto a lenguaje y el tema es muy fuerte.
Y sí, la violencia asusta, JLO.
Buen finde!
Una historia acorde al reclamo vigente de todas las mujeres maltratadas.
Interesante, solo me incomoda que cuando se habla de fines de los 90 ya sea algo lejano.
¡Pero si fue ayer! ¡Nos estamos poniendo viejos!
Abrazo!
¡Claro que fue ayer, Frodo!
En realidad pasa por otro lado, ayer nomás (los 90) te miraban mal hasta otras mujeres por reclamar, hoy se puede gritar. Un poco.
Abrazo!
Que tema!
Se de silencios como los de Valeria.
No puedo decir que sea una buena opción. Es opinión personal, obvio.
Por suerte hoy se puede gritar.
Beso Eme!
(tu mail sigue siendo el del costadito➡?)
Hola, Dana! Claro, supongo que Valeria hizo lo mejor que pudo, como tantas otras mujeres. Tampoco sería mi opción.
Y sí, mi mail sigue siendo el mismo. Beso!!
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