jueves, 28 de septiembre de 2017

Rendición

Te escucho. No hablándome.
El viento trae el sonido de tu voz.
Siento el quiebre, casi imperceptible, en tus palabras.
Reconozco el sentimiento que te embarga.

                                   

(Y mientras tú, no sabías nada)      
El mate y la madrugada traen siempre alivio.
Una inmensa sensación de ya está.

viernes, 22 de septiembre de 2017

De no besos

Mi boca es de agua. Hago burbujitas con los besos que no di.

                                                                                 Para Dana.

le agrego este temita, cortesía de f. (el caballero de las minúsculas).
me encanta drexler, lo escucho a veces.

Otras voces

Angie Pagnotta es periodista y escritora, pero por sobre todo es una persona maravillosa, y hace unos días me hizo una entrevista para la sección  "Otras voces" de su blog. Si lo recorren pueden conocer un poco más del trabajo que realiza. Agradezco mucho, muchísimo, el espacio y su cordialidad. Por acá lo dejo para quien guste pasar: Otras voces, por Angie Pagnotta.                                       


martes, 12 de septiembre de 2017

No sé cómo decirlo con palabras.

Necesito aprender a dibujar. Un cuerpo desde adentro. Y unas manos oprimiendo el músculo, estremeciendo el latido. Desgarrando órganos, tendones. Llegando hasta el hueso.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Resistencia inútil del cuerpo.
Que insiste en mantener latente el reflejo,
el sobresalto nocturno del mensaje que no llega.

viernes, 8 de septiembre de 2017

De fríos y humedades

Dejaron de venir las visitas, de Silvia Sánchez narra la historia de una familia a fines de los noventa, en un pueblo de la Patagonia. Un ambiente cargado de mandatos milenarios que se van pasando de generación en generación: es el hombre el que tiene derecho a trabajar y hay que esperarlo con la comida caliente, los niños en silencio y la cama siempre dispuesta.

El relato transcurre entre anécdotas de otros tiempos, de callecitas perdidas, dolores profundos y lluvias que lavan el aire. La lectura se inunda de aroma a jaramillas húmedas, y lo huelo aunque no sepa qué son las jaramillas, porque la autora tiene esa capacidad de poner en palabras fragancias, fríos y humedades. Sobre todo humedades.
Silvia Sánchez elige al personaje de Valeria para mostrarnos de forma provocativa, los abismos que se abren entre civilización y barbarie en su pequeño seno familiar.
Valeria, como muchas otras mujeres, sufre el maltrato del hombre al que hay que atender y se revela, se vuelve una Valeria animal, agazapada y protectora, a punto de saltar. Pero los gritos y los golpes del hombre no cesan, las paredes y los vidrios se estremecen, los platos vuelan, la lucha se transforma en un baile infernal. Los niños buscan refugio en sus camas tapándose hasta la cabeza, pero también aprenden a mandar: cómo, cuándo y a quién.

Valeria enfrenta las miradas recelosas de sus vecinos, el dedo que apunta acusador. Y enfrenta algo peor: el miedo que le da dejar al “malo conocido” para salir a un mundo en el que, quizás, haya bueno por conocer, y prefiere seguir librando su guerra íntima antes que descubrir lo que hay más allá de la puerta, en un mundo que se le antoja demasiado grande y aterrador.
Hasta que encuentra al silencio como forma de defensa, un silencio que hace al hombre perder espacio, un silencio que cansa al hombre que al final se da por vencido. Pero también un silencio cómplice que se va convirtiendo en su enemigo, que la va enajenando. Y el delgado hilo que la sujeta a la realidad empieza a hacerse cada vez más y más fino, y de a poco, Valeria se va perdiendo en alguna parte entre afuera y adentro, entre vivos y muertos.

Dejaron de venir las visitas es una novela para reflexionar, para no mirar al costado, para no callar.
Y me quedo con Valeria en el corazón después de terminar de leer:
“Valeria, con el mandato de hacer silencio por el resto de la vida para estar a tono con la soledad del sur.”

                                                    Eme.