Una chica entró en el café y se sentó sola a una mesa junto a la
ventana. Era muy linda, de cara fresca como una moneda recién acuñada si
vamos a suponer que se acuñan monedas en carne suave de cutis fresco de
lluvia, y el pelo era negro como ala de cuervo y le daba en la mejilla
un limpio corte en diagonal.
La miré y me turbó. Ojalá pudiera meterla en mi cuento, o meterla en alguna parte, pero se había situado como para vigilar la calle y la puerta, o sea que espera a alguien. De modo que seguí escribiendo.
El cuento se estaba escribiendo solo y trabajo me daba seguirle el paso. Pedí otro Saint James y sólo por la muchacha levantaba los ojos, o aprovechaba para mirarla cada vez que afilaba el lápiz con un sacapuntas y las virutas caían rizándose en el platillo de mi copa.
Te he visto, monada, y ya eres mía, por más que esperes a quien quieras y aunque nunca vuelva a verte, pensé. Eres mía y todo París es mío y yo soy de este cuaderno y de este lápiz.
Luego otra vez a escribir, y me metí tan adentro en el cuento que allí me perdí. Ya lo escribía yo y no se escribía solo, y no levanté los ojos ni supe la hora ni guardé noción del lugar ni pedí otro ron Saint James. Estaba harto de ron Saint James sin darme cuenta de que estaba harto. Al fin el cuento quedó listo y yo cansado. Leí el último párrafo y luego levanté los ojos y busqué a la chica y se había marchado. Por lo menos que esté con un hombre que valga pena, pensé. Pero me dio tristeza.
Cerré la libreta con el cuento dentro y me la metí en el bolsillo de la cartera, y pedí al camarero una docena de portugueses y media jarra del blanco seco que allí servían. Al terminar un cuento me sentía siempre vaciado y a la vez triste y contento, como si hubiera hecho el amor, y aquella vez estaba seguro de que era un buen cuento, aunque para saber hasta dónde era bueno había que esperar a releerlo al día siguiente.
La miré y me turbó. Ojalá pudiera meterla en mi cuento, o meterla en alguna parte, pero se había situado como para vigilar la calle y la puerta, o sea que espera a alguien. De modo que seguí escribiendo.
El cuento se estaba escribiendo solo y trabajo me daba seguirle el paso. Pedí otro Saint James y sólo por la muchacha levantaba los ojos, o aprovechaba para mirarla cada vez que afilaba el lápiz con un sacapuntas y las virutas caían rizándose en el platillo de mi copa.
Te he visto, monada, y ya eres mía, por más que esperes a quien quieras y aunque nunca vuelva a verte, pensé. Eres mía y todo París es mío y yo soy de este cuaderno y de este lápiz.
Luego otra vez a escribir, y me metí tan adentro en el cuento que allí me perdí. Ya lo escribía yo y no se escribía solo, y no levanté los ojos ni supe la hora ni guardé noción del lugar ni pedí otro ron Saint James. Estaba harto de ron Saint James sin darme cuenta de que estaba harto. Al fin el cuento quedó listo y yo cansado. Leí el último párrafo y luego levanté los ojos y busqué a la chica y se había marchado. Por lo menos que esté con un hombre que valga pena, pensé. Pero me dio tristeza.
Cerré la libreta con el cuento dentro y me la metí en el bolsillo de la cartera, y pedí al camarero una docena de portugueses y media jarra del blanco seco que allí servían. Al terminar un cuento me sentía siempre vaciado y a la vez triste y contento, como si hubiera hecho el amor, y aquella vez estaba seguro de que era un buen cuento, aunque para saber hasta dónde era bueno había que esperar a releerlo al día siguiente.
Fragmento del libro París era una fiesta - Ernest Hemingway
12 comentarios:
Muy buen fragmento!
Debo confesar que algunas veces me ocurrren cosas asi, aunque solo leyendo, no escribo en lugares publicos
Me deja pensando y pensando,muy bueno
Grande Ernest
Beso Eme
Me gusta esa manera de escribir.
No, no me refiero a base de lingotazos de ron.
me refiero a frases simples sin complicaciones. Se dice lo que se quiere decir sin intentar en cada linea inventar la frase del siglo.
Me gusta el "trozo" publicado. Pero eso es mérito de la dueña del blog, que por lo que se ve elige muy bien.
¿A lápiz? ¿De verdad el tipo escribía a lápiz? ¿Hay alguien en el mundo mundial que escribe a lápiz?
(el p___ corrector me ha puesto tres rayitas rojas en lápiz)
Frodo: Me gusta el fragmento, mucho.
Cada uno con sus mambos, gracias por compartir el tuyo, yo conozco una escritora que no puede escribir descalza.
Un grande Ernest, sin duda.
Beso.
Guille: A mí también, me encanta esa manera simple de decir.
Gracias por el mérito, soy buena eligiendo, modestia aparte, jeje.
No, es que el tipo entra diciendo que pidió un café con leche, con eso me conquistó.
Oiga, yo tengo lápices por docena ¿le parece raro?
Raro es que el corrector ponga tres rayitas rojas en la palabra lápiz...
Bueno, la verdad, un poco rarita si que me pareces*.
Tu escribe lápiz sin esa coma encima de la "a" y al momento
el capullocretino saca el boli rojo (que no el lápiz).
* Dado lo que se considera normal hoy en día, solo me trato con gente rara. O sea, las personas que valen la pena.
Ay si pudiera viajar en el tiempo...
De Hemingway siempre me ha gustado su estilo directo, aunque no he leído el libro que citas. También me he quedado colgada del asunto del lápiz; son los tiempos que corren en estos días de tecnología. Un besito!
Guille: gracias, es un honor que te parezca "rarita" jaja, especialmente porque aclarás que son las personas que valen la pena.
Esa soy yo (dijo ella levantando una ceja). jaja
Toro, tenemos que inventar la máquina del tiempo.
Taty, su estilo directo es lo mejor, me encanta! Yo me habré quedado un poco en la prehistoria, parece, porque al lápiz lo sigo usando.
Besos!
Me gusta eso de atrapar a una mujer, en el sentido literario.
Esa mujer desconocida fue una musa, sin saberlo.
Besos.
Demiurgo, sí, suena bien.
Eso parece, le sirvió de inspiración.
Besos
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