La luz envejece en la habitación. Y yo, pidiendo una frase, una sola frase que me sirva de escudo ante tanta fiebre. Eso necesito para no confundirme: un canto distinto al mío. Una plegaria que me dé algo de respiro. Una invocación donde las palabras suenen como cuchillos en el aire. No obstante, eso no sucede. Suceden las mañanas de hombres sin rostros. Los signos del sueño. La luz apagada.
Del libro Otros animales, de Jorge Curinao (Río Gallegos, Santa Cruz)
Gracias. Jorge, por tu hermosa poesía. No quiero agregar más (por ahora). Pasen por su blog. Lean, disfruten: La Chispa adecuada.