Los días de lluvia nos quedábamos horas tirados en la cama, viendo a través del ventanal cómo caían las gotas. Hablábamos durante el tiempo que duraba el temporal sobre algún libro que me había recomendado.
El olor a tierra y pasto húmedo lo llenaban todo.
Desde que empezaba un nuevo libro no hacía más que esperar la lluvia.
Recordando a mi viejo.