Tengo un extrañar chiquito, lento y suave. A veces llega de noche, mientras escribo y la pava silba.
Entonces le digo que no, ahora no, que tenés que esperar. Y se acurruca a un costadito.
Ahí se queda paciente. Porque mi extrañar es doméstico y tranquilo.
Cuando termino, se mete a la cama conmigo, se hace un bollito, lo abrazo, lo entibio y nos quedamos dormidos.
A la mañana, abro los ojos y mi extrañar ya no está. Sale a pasear, se pierde, con los primeros rayitos de sol.
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1 comentario:
Es entrañable tu extrañar.
Seguro que vuelve, y vuelve, y se va un tiempo y retorna... es que tu extrañar vive en tu corazón y esa es su casa de verdad.
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