miércoles, 11 de diciembre de 2024

Crónicas costeras 2 - Brillos misteriosos

El brillo contrasta con la opacidad de las maderas roídas.

Me llama. 

Arrastro los pies por la arena húmeda. No sé si soy yo quien empuja el agua cuando llega o si es el agua la que me empuja a mí.

A medida que me acerco, el brillo se multiplica. Se convierte en montones de estrellas distribuidas entre los muchos pilotes que sostienen el muelle, hundidos en la arena y que se internan en el mar.

Me apuro, pero no demasiado. Aunque quiero saber, no quiero que se desvanezca el misterio.

Pero es inevitable: llego.

Las estrellas ahora son chapitas rectangulares. Algunas de bronce, otras de aluminio, otras no sé.

Recordatorios que dicen: "A Luz. Te amaremos por siempre. A 10 años de tu partida. 15/9/78". O: "Jonio", con una cruz tallada de puntitos.

Me provocan curiosidad y angustia. Son muchas. ¿Por qué están ahí? Nunca adivinaría sus historias.

Avanzo hasta donde dejo de hacer pie. Lleno mis ojos con sus nombres clavados debajo del muelle, en los pilotes de madera podrida. 

Leo todos los que puedo. Sus nombres de sal. Lamidos por el agua cada vez que crece el mar.


 

 

jueves, 5 de diciembre de 2024

Crónicas costeras 1 - Volví al mar

Llegué el lunes, hoy ya es jueves, los días pasaron volando.

Vine a cuidar la casa de Juancho, mi hermano, y a sus gatas, pero eso lo contaré después.

Ahora son casi las cinco de la tarde y estoy tomando mate en la playa.

¡Cuánto hacía que no tomaba mate en la playa! Todavía no sé cómo sobrevivo sin mar.

Recuerdo cuando le escribía cartas a mi papá. Cuando era él quien venía al mar.

Aunque tal vez no fueron más que una o dos. Pero siempre digo cartas, como si hubieran sido muchísimas. 
 
Y tal vez fueron muchísimas. 
 
Pasa que, un poco por el recuerdo exagerado de la infancia y otro poco por los recuerdos perdidos en la memoria, yo no sé...

Pero bueno, eso qué importa, como tampoco importa que esté escribiendo mientras el viento me llena el mate de arena.
 
Miro el mar y veo los ojos de mi padre puestos en aquel mar de madrugada.

Veo sus ojos que miraban el mar mientras pensaba en los míos que le imploraban que fuera a la playa ni bien llegara y metiera los pies en el agua.

Veo sus ojos mirando mis ojitos de pequeña flor.
 
Nuestros pensamientos, en la distancia, se enredaban en loop.

Qué densos fuimos para los demás. Ahora me río.

Un pegote de cariño, libros y mar.

Y acá estoy.

Otra vez, después de tanto tiempo, sentada frente al mar.
 
Pero ya tengo que irme, la casa de Juancho queda como a diez cuadras, pero de las de campo.

Se hizo de noche y ni me di cuenta.