Miércoles 21.30 hs. (Whatsapp)
Leandro
-Hola, ¿el viernes podemos encontrarnos? Lo más temprano posible.
Eme
-Dale, ¿a qué hora?
L
-A la que vos puedas. Un rato antes de salir te avisaría de todos modos.
M
-Bueno, yo puedo desde las nueve, ¿te parece bien?
L
-Sí. Fenómeno. Te confirmo antes.
M
-Genial.
L
-Dale, nos vemos.
M
-Sí. Nos vemos.
Hijos:
-Pero mamá, ¿estás segura? No sabés quién es el tipo.
-¿Querés que te acompañemos?
Mamá:
Mirada asesina.
Aunque los nervios estaban, pero eso era algo que sólo sus amigas podían saber.
Viernes 8.30 hs. (Whatsapp)
L -Cargo gnc y salgo. Te aviso cuando estoy cerca.
M -Perfecto, decime por qué lado venís.
L -Por Derqui. No conozco mucho.
15 minutos después
Eme -Estoy en la estación, calle Itacumbú, ¿venís por esa o por Marconi?
L -Estoy a 10 minutos, cuando llego te busco. No tengo idea.
M -Ok.
10 minutos después
L -Estoy en Marconi, veo la estación, ¿dónde te busco?
M -Ya vuelvo, fui a mirar los negocios.
L -¿Nerviosa?
M -¡Ja! Bueno, andá hasta la estación, ya voy.
L -¿Cómo te reconozco?
M -Tengo un libro en la mano. Tiene la tapa muuuy amarilla, me vas a ver.
Cara a cara
L -Hola, por fin te encuentro.
M -¡Por fin, cúantas vueltas tuviste que dar!
L -No importa. Por un libro hacemos cualquier cosa, eh.
M -Jaja.
La comodidad de que pasaran a buscar los libros por lo de "la recepcionista", me había hecho olvidar lo emocionante que puede ser ir de intermediaria a una cita a ciegas de un libro con su lector. ¡¿Qué se pensaban?!
La librera