domingo, 16 de diciembre de 2018

De arena y sal

Caminé con él por el muelle
mientras me contaba su versión de la historia.
Dijo que te fuiste sola.
Me llevó hasta el borde
adonde las olas ya llegan rotas
y la luna se escondió
para no ver nada.
Su voz se volvió filosa, amenazante como el mar
y el muelle se convirtió en un monstruo
de garras acuosas.
Se puede tirar a alguien desde acá –susurró–
dejar que se rompa contra las rocas
que se lo coman los peces, ¿sabés?
y nunca
nadie
se va a enterar.
La brisa marina se llevó sus palabras.
Y mi boca se llenó de arena y sal.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Viernes 30 de enero, 31°C

No era un viernes para quedarse en casa. Era el primer viernes sin los chicos. Sola.
Tomé el tren sin pensar adónde; tenía un libro y con eso me alcanzaba. En un tris llegué a Retiro. Caminé por el andén hasta salir de la estación y crucé a la plaza. No sabía bien qué hacer y dejé al calor decidir por mí: me paré debajo de la sombra de un árbol gigante. En ese tiempo fumaba de día aunque hiciera calor y fumaba en la calle aunque estuviera sola. Así que me quedé ahí parada y encendí un cigarrillo. Un hombre, que nunca supe de dónde había salido, se acercó y sin ningún preámbulo me invitó un café, no esperó a que responda y agregó que era mozo de la pizzería de la esquina –como si eso le diera credencial de inofensivo–, ésa, señaló mientras decía: la más importante. Miré de reojo, era conocida, apagué el cigarrillo y me quedé muda, estática. Insistió y redobló la apuesta. Dijo que por ahí cerca había un hotel, y que después del café podríamos ir a charlar un rato. Me dio repulsión. Estaba enojada más que asustada, pero no se veía gente por el lugar así que no me animé a nada. Como vio que seguía callada me hizo una promesa: después del hotel te voy a comprar un par de zapatillas, de esas altas, de las que tienen colores llamativos y resortes en la parte del talón. Nunca supe de qué me hablaba. Pasó una pareja y aproveché para irme. Nunca más volví a fumar de día, mucho menos sola y en un espacio público. Nunca más volví a ese lugar.
¡¿Zapatillas con resorte?! Confieso que me reí.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Viaje en tren

El hombre que estaba sentado al lado mío no dejaba de moverse, parecía que quería llamar la atención. Primero le dio charla a la mujer con el ambo de enfermera que estaba sentada enfrente, le preguntó algo sobre su perro y la falta de calcio. La mujer le contestó amablemente y enseguida se calzó los auriculares.
El hombre siguió con los movimientos inquietos, y su pregunta me agarró distraída, quería saber cómo se llamaba el libro que había guardado. Me costó entender de qué hablaba, me costó acordarme el nombre del libro, me costó acordarme de que tenía un libro. 
El periodista y el asesino, le contesté, mirándolo de reojo y con la sorpresa sonando en los labios. 
Me miró un rato y volvió a lo suyo: tamborilear los dedos, jugar con los cierres de la mochila… y a la carga otra vez. Ahora quería que le cuente de qué se trataba. Pensé que el viaje lo aburría o que no quería dormirse y me presté a la charla. Esta vez lo miré de frente: era un hombre joven, morocho, lindo rústico y tenía ropa azul de trabajo.
La conversación no dio para mucho, un par de chistes tontos sobre quién había sobrevivido en la historia del libro y nada más.
Así que seguí en la mía, escuchando conversaciones que no me interesaban y él siguió con esos movimientos que me intranquilizaban. 
Pasaron las estaciones. Llegué a mi destino y cuando me estaba levantando sentí su mirada. Me giré, lo miré, y estúpidamente le prometí que la próxima vez que nos cruzáramos le iba a contar el final.
Sonrió y me dijo chau.
Me bajé. Algo sonó en mi cabeza, algo me resultó familiar.
El tren arrancó y desde el andén lo vi mirarme por última vez. Lo vi mirándome fijo y con los labios apretados.
  

viernes, 26 de octubre de 2018

Es tarde

Vuelvo de trabajar: subte, tren,
deshago el camino hasta la estación Martín Coronado,
no hay fila en la parada de taxis, me tiento,
esas diez cuadras que faltan son largas y oscuras.
Sopeso las perdidas y las ganancias, quiero llegar a casa. 
El taxista no quiere charlar y pone una de Jaf
que hace siglos no escuchaba
"ha caido mucho hielo sobre la ilusión
siento latir..."
Le escondo la cara al retrovisor.
Me arrepiento, hubiese preferido caminar.

Es tarde.

sábado, 20 de octubre de 2018

No es, se hace.


Nunca la tuviste,
ni ese primer día,
cuando en la cama ya desarmada
y escondido en el descaro,
le escribías a otra
que la ibas a buscar.



Y buee...

viernes, 19 de octubre de 2018

Viernes

Entre mate y mate
se van las risas
y las palabras.
Los intentos fallidos,
las renuncias.
Las caídas
y las levantadas.

Entre mate y mate
lo que queda
es nuestra amistad.

Powerpuff Girls!

♡♡♡



domingo, 14 de octubre de 2018

Diapositivas

Opinología Por Eme
 
Ubico la mesa frente al ventanal, acomodo el mate, el libro, un lápiz y un papel. Tengo en mis manos el poemario Ciertas horas de la primavera, de Anahí Flores (La Carretilla Roja Ediciones, 2017), que escribió durante esa estación del año 2014, cuando vivía —según sus propias palabras— a dos cuadras de la Plaza San Martín.
 
Me siento, agarro el libro y miro la tapa: es tan delicada que me remite a un haiku. Lo abro, comienzo a leer, y es como si el aroma a primavera me llegara en ráfagas de poesía, y como si el mecanismo de un reloj extraño que además de marcar números muestra diapositivas se pusiera en marcha. Solo que las diapositivas de este reloj cobran vida a ciertas horas del día, o podría decir que a horas precisas y ordenadas, ya que cada poema tiene como nombre una hora específica. Lo que no sé es si todo ocurre en un mismo día; eso es parte del misterio que encierra el libro.
 
Lo cierto es que a medida que las horas pasan y las imágenes van cambiando, percibo que Anahí es una escritora que observa el mundo que la rodea con una mirada atenta y curiosa, y que al traducir esa mirada en palabras me lleva de la mano a recorrer el barrio sobre el que está contando. Y si bien narra en tercera persona manteniéndose al margen de las situaciones (aunque sospecho que no siempre es mera observadora), su presencia se hace sentir; el barrio respira —la inspira— y ella está ahí, susurrando historias que empiezan desde muy temprano. 
 
En este recorrido mediante la lectura, todos mis sentidos están alerta. Puedo oler el miedo al atravesar un «túnel vegetal», sentir el sopor del sueño en el colectivo, o palpitar, incluso, la intimidad ajena impuesta por un viaje en subte en hora pico: «Respiran perfumes y sudores/ como secretos inoportunos».
 
Me detengo por un segundo; me cebo un mate y el gusto a yerba y limón me hace pensar en la acentuada presencia que tiene la naturaleza en el libro, ya sea de manera literal o metafórica: árboles, tierra, pinzas de cangrejo, una serpiente, un pájaro, un pez, el río, el viento, una liebre, las flores, la lluvia, el frío… estos son algunos de los elementos que componen la sinfonía poética de Ciertas horas de la primavera.
 
Y así, leyendo, las horas pasan, las diapositivas cambian y llego a un poema que encuentro muy divertido, que cuenta, en forma de sucesos desafortunados, cómo cae la tarde: todo baja, se resbala o se derrama, “y un caballo da un paso en falso”. Simplemente ¡me encanta!
Voy llegando al final, las luces de la noche se cuelan por el ventanal y el mate se enfría. Es hora de cerrar el libro y dejar que descansen el lápiz y el papel. Pero antes transcribo apenas unas líneas de uno de los poemas que más me gustaron:
 
11:55 PM
 
Una chica atraviesa la plaza.
Cae una lluvia
de flores amarillas.

Texto publicado en Qu 22, abril 2018

viernes, 12 de octubre de 2018

Seguro sucederá


Ahora, bien de noche

cuando el camino nos lleva

hacia la tormenta nomás

cuando alcanza mirarte a los ojos

para que sepas que es promesa.


Ahora, que no queda

más que esperar

que los rayos no nos alcancen

espero escucharte rogar.


Ahora, bien de madrugada

cuando pasó ya

el vendaval

pero la calma todavía está lejos.

Ahora, seguro sucederá.



Tetris de palabras robadas.


miércoles, 3 de octubre de 2018

Pesadillas = insomnio

Me hago un gorro de chef
con el papel de un diario viejo.
Tuesto el arroz antes de hervirlo
para que sepa mejor.
Tiendo el mantel de algodón amarillento
y pongo las copas de cristal de Baccarat.
Rehogo las zanahorias con
las cebollas lavadas
que quedaron de la ensalada de ayer.
Dispongo los platos de porcelana china
y los cubiertos de alpaca labrada
(recuerdos de una época
que llegué a conocer).
En el aire flota el olor de las especias:
tomillo, albahaca y laurel.
Hoy pongo cara de estamos de fiesta
y les sirvo mi plato gourmet.



domingo, 23 de septiembre de 2018

Domingo


Intento escribir una reseña pero no me sale nada. El ventanal abierto deja el campo libre para que el sol me entibie las piernas, para que entren la brisa y los insectos. También entran las voces de mis vecinos, que aprovechan el día que está lindo para limpiar, para ordenar y para no pelear. Se cuela el zumbido de una mosca y el aleteo de los pájaros que viven en el pino de la casa de atrás. Me llega el aroma húmedo del pasto recién cortado y eso me recuerda que, sobre la mesa, me espera el mate ya preparado y que también me esperan el lápiz y el papel.

sábado, 15 de septiembre de 2018

La boluda, le decían.

Te olvidaste:
los abrazos temblorosos
bajo la llovizna helada,
los besitos caprichosos
en el medio de mi espalda.
Yo, no los quiero para nada.
Vení, te los voy a devolver.

Los cartelitos de la recepcionista




Porque todo hay que decirlo.
La recepcionista les desea un buen fin de semana.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Ahora al cuerpo lo sacude una borrasca. Y un latido sin ton ni son se encalla en la garganta.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Retengo, este momento calmo de mate tibio y espumoso, de pensamientos vacíos de espera, sin recuerdos como chispas, con el cuerpo libre de reflejos.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Trepo el andamiaje
de tus palabras,
me siento infalible,
dos segundos antes
de empezar a caer.

Boludeces de sábado.
En tus manos mueren todas mis certezas.

viernes, 31 de agosto de 2018

Llueve

No son iguales las noches.
La mesa, el humo, el vino.
El viento calmo
murmurando un secreto
que no logro descifrar.
La mañana imaginada
el mate compartido
los abrazos temblorosos
bajo la lluvia fría.
Mis pasos al costado
el run run de un alero
el tic tac agobiante del reloj.

jueves, 30 de agosto de 2018

Cómo sobreviven allá arriba
las ramas de los árboles;
al celeste diáfano del día,
al azul profundo de la noche,
a mi hambrienta mirada.

domingo, 26 de agosto de 2018

De leer













Hace muy poquito reseñé el libro China, de Pablo Bilsky, para Revista Kundra.
China es un libro de crónicas de viaje que disfruté muchísimo.
*
"Pablo me hace reflexionar y notar la diferencia entre el que viaja “bien alimentado y por propia voluntad” y los que tienen que “dejar sus hogares en busca de refugio en tierras extrañas”. Porque Pablo habla de lugares, sí, pero también habla de “otredad” y de “mismidad”, y me quedé maravillada, con ganas de comprender más y de desentrañar eso que, aunque está a la vista de todos, casi nunca vemos". 
*
Dejo el link por acá, por si alguien gusta leerla completa: China, de Pablo Bilsky.
Toda Kundra es hermosa, los invito a pasar (clic sobre el nombre).
*
Pd: Pronto se acabará este aluvión de mí y volverá la calma al blog. (Hasta nuevo aviso).

viernes, 24 de agosto de 2018

Pero no, pero no.
Si total para qué.
Y se va refunfuñando
a patear tachos a la esquina.

           

Postales

Su cara nunca acusó recibo
de la cantidad de limón
que le puse al mate.
Sólo reflejaba
el cansancio feliz
de una noche bien avenida.

jueves, 23 de agosto de 2018

Recuerdos de insomnio

Las charlas de mate en la cocina.
El ventanal desnudo.
El sol calentándonos los pies.

Huele a manteca y a miel.

domingo, 19 de agosto de 2018

Me da rabia.
Cada noche que me voy a dormir
sin poder escribir nada.
Rabia.
De esa rabia que convierte
las manos en escombros
y los labios en mortajas.


sábado, 18 de agosto de 2018

martes, 31 de julio de 2018

Hay días que se desmoronan:
como el techo plagado de termitas
que se descascaran
como la pintura de las paredes humedecidas
por todas las lluvias del invierno
y que se regeneran cuando llega la noche:
en las respiraciones tranquilas, acompasadas,
de sus cuerpos arropados en la cama.

Y entonces me digo, que todo está bien.

sábado, 28 de julio de 2018

No existe un ahora mejor.
Adentro el sonido de una armónica
se mezcla con el tiqui tiqui
de los dedos sobre el teclado.          
     
Afuera la lluvia realmente se hace sentir

miércoles, 18 de julio de 2018

Obsesiones de invierno

El libro está basado en la vida tormentosa de la escultora Camille Claudele. 
Ni bien terminé de leer, me tuve que poner a buscar. Y, entre otras cosas, me topé con este precioso verso de Paul Claudel, poeta, hermano de Camille (y a quien odié mucho, después de cerrar el libro):

Cómo hablaros del otoño cuando tengo todavía en el oído esa agria flauta de la primavera que me llena la boca de agua.

Insomnio lapidario

Él le escribió una carta cargada de sentimientos,
ella se enamoró
de la concordancia gramatical
del uso adecuado de los tiempos verbales
de su perfecta ortografía.

No funcionó.

lunes, 16 de julio de 2018

Poesía es (que no un poema):
ponerse a mover los muebles de la casa,
a media noche,
con ese hijo de veintiuno,
que nunca te da bola,
y después,
sentarse a compartir un rico guiso casero.

     
                        Ustedes sabrán perdonar.

viernes, 13 de julio de 2018

Hoy le prendí fuego a mi último Horla.


Recorrí los libros de mi biblioteca con una sola mirada.
Acaricié los lomos uno a uno y ahí lo vi, como a un viejo fantasma.
Lo saqué con reparo (miedo de volver a leer).
Lo abrí en esa primera página.
Repasé por última vez las heridas que dejaron tus trazos sobre el papel.
Esa mentira dulce y dedicada.  
Me detuve en ese Siempre imaginario.
No sé qué estabas pensando, qué necesitabas decir, qué esperabas. Pero todavía estaba ahí.
Cerré el libro y lo tiré al tacho de lata, junto a mis libretas mamarrachas.
No dudé: rocié todo ese menjunje de palabras dislocadas,
y encendí la llama.


Para Meri, mi editora favorita.

lunes, 9 de julio de 2018

Once años después

Un libro para arreglar ese chocolate solo.
La nevada en la 9 de Julio.

Parece que pasaron mil años.
Sumergirse en la hoja vacía.
Dejar que el lápiz guíe la mano.
Llegar hasta el fondo/ hundirse/ lidiar. 
Hasta que las palabras surjan.

Escribir para respirar.