domingo, 26 de febrero de 2012

El comienzo de Arthas -

Buenas! Hace unos días recibí este cuento, otra vez un muchachito, aunque no un "peque" como el anterior, el autor me pidió que aclare que ésta historia la escribió a los 13 años (ahora 15). Hay una parte donde aparece la foto del texto original, no desesperen si no se lee bien, abajo lo transcribí. Los dejo con ésta aventura fantástica, a mi me gustó mucho! 
Bueno, mate y bizcochitos que empieza la función! 


El comienzo de Arthas.

(Hombre muerto caminando)


Érase una vez en un pueblo muy lejano, un espantoso monstruo llamado Kel-Thuzad, que según la leyenda sólo puede ser derrotado con la espada legendaria, y que sólo el más fuerte guerrero podría dominar.
Se dice también que él tiene un poderoso escudo que devolverá los ataques del emisor.

                                                 
                                                                I

Ya era de noche, los niños corrían a sus casas para evitar ser raptados por aquel demonio, para luego ser sacrificados. De esa manera el demonio alimentaba sus poderes, la única forma de evitar ser raptado era con el collar de los santos, que se encuentra en lo más recóndito de las cuevas Kalindor.
Así, todas las noches en el pueblo se oyen los gritos aterrorizados de los niños.

Por la mañana el Rey convocó a todos los guerreros del pueblo para ponerlos a prueba y elegir al mejor y así ir a enfrentar al demonio.
Tras horas, y horas de prueba,  sólo quedan cuatro, que se enfrentaran en un duelo a muerte.

Los valientes guerreros luchan por su vida, hasta que por fin quedó un vencedor y gana la espada legendaria, la cual le otorga poderes increíbles.
Pero todavía no se acostumbra a una espada de casi ¡ochenta kilos! Y para derrotar a Kel-Thuzad deberá entrenar cuerpo y mente, así que inicia un largo viaje a las cuevas de Kalindor.

En su ausencia, una ola de ataques hace que todo el pueblo se marche a las colinas de Azeroth donde se encuentran los peligrosos ogros asesinos, pero están dispuestos a luchar contra ellos.

continúa leyendo!!


viernes, 10 de febrero de 2012

La lectora del silencio





Estaba alucinada por su silencio. No sabía qué decir, después de encontrarse con esa no-respuesta. Por otro lado era obvio que la falta de ruido quería decir alguna cosa, que la falta de palabras significaba algo. ¿Pero qué? Se quedó anonadada y huyó, simplemente. No podía enfrentarse a sus duros ojos marrones, silenciosos, como el peor de los depredadores. Para mitigar sus ansias escogió viajar. Debía darse un paseo por la ciudad para tranquilizarse, pero no quería caminar. Así que se subió al metro y viajó.
¡Cuántas cosas se dicen del silencio! Ella conocía a un autor que lo retrataba muy bien. Porque el silencio de su pareja había sido atroz, ensordecedor, terrible y había desmoronado todo su interior, mucho más que si hubiera utilizado alguna palabra. Así lo explicaba Kafka.
“Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio.”  
Cuando ella le había pedido sinceridad absoluta él había contestado con silencio. Cuando ella le había pedido fidelidad, él había guardado las palabras detrás de sus labios cerrados. Cuando ella le preguntó vanamente, sumida en una tristeza inconmensurable, si todavía la quería, él había mantenido el silencio.
Silencio absoluto y mirada penetrante. Así decía Kafka que las sirenas miraban a Ulises. “En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez por el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises.”
¿Qué clase de maldad le llevaba a hacerle eso? ¿Es que realmente no quedaba nada de la felicidad que habían compartido? ¿Es que todos esos recuerdos que desfilaban por su memoria no valían nada? Las caminatas por Paseo de Gracia, el bar de las Hadas, las noches de verano a la luz de las velas, los teleféricos a Montjuic, las tardes de otoño en el Parque Güell…Quizás fuera otra la hipótesis que tuviera que tener en cuenta.
“Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo.”
¿Estaría sólo ella convencida de que ese silencio tenía un significado? ¿Sería su locura la que se desataba a partir de la falta de palabras, de la falta de acciones? ¿Qué clase de estúpida sería si fuera así?
¡Pero eso no podía ser! Ella estaba segura, tenía unas pruebas, unos patrones, LE conocía. Sabía que no podía ser un fruto de la casualidad y que su reacción no era desmesurada. Había huido para no enfrentarse a ese silencio desolador, como Ulises, que se había encadenado y tapado las orejas para no escuchar a las sirenas. Pero, oh, cuánto deseó ser el griego en ese momento, porque se sentía navegar también, pero por un mar de incertidumbre, de bóvedas encriptadas que tenía la ligera noción de entender y la desconcertaban aún más. Se sentía encadenada ante la visión de un espectáculo cuanto menos grotesco e hiriente, mucho más que la descomunal danza de las sirenas, la vida misma, el amor mismo, caótico como es, terrible, desequilibrado, lleno de locura y movimiento.
Acabó de leer la última parte del cuento mentalmente, sabiéndoselo ya de memoria:
“Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.”
¡Cuánto deseó poder ser como Ulises entonces!

                                                               [[  Walter Germán van Diest.-  ]]


Me encantaaa... y aunque podría quedarme pensando en alguno de los silencios que enfrenté (enfrento) en mi vida, sencillamente no quiero, su belleza me cautiva. Este relato me transporta, me lleva a pasear, me sumerge en un cuento, por unas calles, entre leyendas y mitos, gracias Walter, otra vez!  Espero lo disfruten como yo, déjense llevar...