Ojalá tenga tiempo de tener cuatro años
y de subirme a la medianera.
De preguntarle a mi abuelo cómo se llama esa flor
que mi abuelo me responda: girasol.
Ojalá tenga tiempo para aprender a escribir la palabra girasol.
De mirar de nuevo la cara curtida de mi abuelo.
Ojalá tenga tiempo
de preguntarle a mi abuelo cómo se llama eso que camina
que mi abuelo me responda: lagartija.
Ojalá tenga tiempo para aprender a escribir la palabra lagartija.
De mirar de nuevo la cara de la flor girando al sol.
De mirar de nuevo cómo se esconde eso que camina.
Ojalá tenga tiempo de mostrarle a mi abuelo
que aprendí a escribir las palabras lagartija y girasol.
Muchos años después le pregunté a mi padre
por qué el abuelo nunca supo que había aprendido a escribir esas palabras.
Mi padre antes de irse contestó: en nuestra familia somos de morirnos jóvenes.
Y me abrazó.